
Cómo conocí en Sevilla al diseñador de lo invisible
En el año 1990, cuando todavía estaba finalizando mis estudios en la Escuela de Arte de Sevilla, tuve la suerte de coincidir con un grande del diseño gráfico en París: Jacques Devillers Grafista. Fue durante un Multifestival de Arte Cristiano VIVAR a nivel nacional organizado en Sevilla, un evento que reunía música, conciertos, talleres, pintura, entrevistas y diseño.
Yo participaba como artista en la exposición de arte y diseño. Entre los expositores, sin saberlo al principio, se encontraba Devillers, el fundador del mítico Atelier JADE y un diseñador muy reconocidos en París, célebre por su trabajo con Éditions du Cerf, su colaboración con el Club del Libro Francés y por haber creado más de quince alfabetos tipográficos originales.
Cuando el arte se convierte en encuentro
Fue en ese entorno lleno de energía creativa donde se cruzaron nuestros caminos por primera vez. No lo reconocí de inmediato, pero bastó poco tiempo para darme cuenta de que tenía delante a alguien con una sensibilidad y una trayectoria excepcional. Su presencia no era ostentosa, pero sí profunda; transmitía calma, conocimiento y pasión por el diseño.
Coincidimos en varios encuentros similares durante aquellos años, y poco a poco surgió un vínculo basado en el respeto mutuo y el amor por el arte.
Como anécdota, recuerdo que le mostré el diseño de unas carpetas que habíamos hecho precisamente para el Multifestival en el que nos encontrábamos, y le pedí su opinión sobre qué le parecía. Con una sonrisa amable y prolongada, dijo algo así como que “se podría mejorar”. En ese momento me di cuenta de que, para que un joven estudiante como yo llegue a ser un buen diseñador, se necesita tiempo, experiencia, fracasos y, sobre todo, autocrítica. Una buena lección y un gran aporte en los comienzos de mi carrera como diseñador.

París, una mochila, y una cena inolvidable
Años después, junto a mi entonces socio Fernando, decidimos hacer un viaje que aún recuerdo como si fuera ayer. Con una mochila y una tienda de campaña, nos plantamos en París. Estuvimos nueve días devorando museos, exposiciones y todo lo que la ciudad tenía para ofrecer al alma inquieta de un diseñador joven.
Uno de esos días quedamos con Jacques en su casa. Él y su esposa nos recibieron con una generosidad que nos emocionó profundamente. Antes de cenar, nos mostró su obra con paciencia y entrega, respondiendo todas nuestras preguntas (que no eran pocas). Aquel rato entre tipografías, música y reflexión visual fue un auténtico baño de inspiración. Después compartimos una cena cálida, íntima y profundamente humana. Nos trataron como si fuéramos de la familia.
Fue entonces cuando comprendí que no solo admiraba a Jacques como diseñador, sino también como persona. Su humildad, su forma de escuchar, su forma de transmitir… todo él era diseño, música y armonía.

Un referente que dejó huella
Todos, cuando comenzamos una etapa, necesitamos referentes. En mi caso, uno de los más importantes fue Jacques Devillers. Su enfoque poético del diseño, su manera de entender la tipografía como arquitectura del alma y su relación íntima entre música y composición me marcaron profundamente.
Gracias a él entendí que diseñar no era solo ordenar elementos, sino darles un sentido, un ritmo, un alma para conseguir una calidad gráfica alta. Y esa visión, esa semilla, ha crecido conmigo todos estos años en cada proyecto que he llevado a cabo.
¿Por qué contar esta historia?
En Vibrand Design, creemos que las historias que nos han formado deben contarse. Conocer a Jacques Devillers no solo fue una experiencia inolvidable: fue un regalo. Y compartirlo aquí no es solo un homenaje, es una forma de invitar a otros creativos a buscar sus propias referencias, a viajar, preguntar, absorber, aprender, y sobre todo, a no olvidar nunca la importancia del valor humano en la creatividad.